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De camino a Kandy |
Kandi es un pueblo que aunque sea de montaña parece una gran ciudad,
bastante cultural y todas las edificaciones se encuentran integradas en el
paisaje, todas rodeadas de vegetación. Este día podemos decir que dormimos en
la mejor guesthouse hasta ahora, en ella nos pidieron una fianza de 500 rps, lo
que vienen a ser 2.50 Euros. Más adelante seguiremos hablando sobre este tema.
La casita tenía una terracita que daba al río y a la mañana siguiente
pudimos ver a las mujeres limpiando la ropa en él. Cuando lo ves parece una
imagen muy idílica y romántica que nos evoca tiempos pasados. Pero cuando uno
analiza bien lo que vé, resulta ser un montón de agua sucia que cae río abajo y
que todo el mundo va reutilizando para dios sabe qué. Y es que mejor no
pensarlo mucho porque resulta que ese río seguro que es el que vimos un poco
turbio desde el tren el día anterior. Ayer pude ver como uno de los aldeanos
que viviría junto a la vía del tren se estaba lavando en él.
Volvemos a lo de la fianza. Esa misma mañana cuando dejamos la
habitación se despidieron de nosotros sin más y sin hacer amago de recordar de devolvernos
la fianza. Está claro que ese dinero no me sacará de pobre pero con esta
historia os quiero mostrar un poco el tipo de gente que vive por aquí. Bárcenas
al lado de esta gente casi que parecería un santo. Entonces es cuando me
acuerdo de cuál es la razón por la que salí de España y me cago en la leche…
siento que haya metido la pata hasta el cuello.
De Kandi subimos en autobuses de cuando la I guerra mundial (ma o meno) hasta Sigiyaa, una
ciudad antigua cuya atracción turística es una roca de unos 200 mts de alto.
El autobús despacito despacito fué llegando a su destino. Me río de la
línea 10 que va a Principe Pio a las 8 de la mañana.
Por fin llegamos a una guesthouse muy mona, en construcción. Tenían
una habitación lista y 4 más en proyecto. Este lugar será espectacular cuando
lo terminen. Se encuentra situado junto a unos campos de trigo que se pueden
ver a través de unos troncos de palmeras inmensas. Al atardecer los monos van a
comer a un árbol que hay a 10 metros de la habitación donde nos alojamos. Es
todo un espectáculo.
Hoy fuimos a visitar los restos de la ciudad de Sigiya sobre la gran
piedra, que por cierto no creo que se pueda escalar muy bien. Hoy hacia mucha
humedad, de hecho llovió y con la temperatura se hacía poco agradable el tacto
con la piedra. En jerga de escalador esto vendría a describirse como que “la
piedra babeaba”.
La cuidad es curiosa, con unos accesos acondicionados para los
turistas pero que según se puede apreciar en la roca, los antiguos agarres y
escaleras de la roca tallados en ella harían de cualquier habitante de esa
ciudad un auténtico escalador.
Y desde arriba las vistas son increíbles. Miles de kilómetros de tierras cubiertas por miles de árboles tropicales.

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Elefante hasta las pelotas de dar paseitos a los guiris que se tambalean arriba con cara de babuinos. |
La sorpresa vino por la tarde. Jorge y yo estábamos ilusionados porque
íbamos a visitar un safari. El dueño de la guesthouse donde estábamos alojados
nos lo vendió muy bien y a buen precio (aparentemente) y por eso nos animamos.
Recorrimos en camioneta 45 min por carreteras en medio de la selva para acabar
en la puerta del safari rechazando comprar los tickets de entrada que el chico
“se olvidó” comentarnos que teníamos que pagar por entrar, aparte de lo que ya
pagamos. Empiezo a pensar que la mayoría de los habitantes de por aquí van un
poco de ese palo y estoy hasta las narices.

Hemos acabado finalmente en el pueblo de Polonnawura, perdido de la mano de dios
con más mosquitos que habitantes en china, parecen porta aviones. Además creo que por aquí el dengue
es un poco frecuente. En este pueblo de mala muerte aún tienen la cara de
presentarnos un menú en ingles con los correspondientes precios para turistas.
Y pasa igual con todo, tanto en las ruinas de Sirigilya como en el safari,
tenemos derecho a precios diferentes. No me extraña nada que este país esté en
alza ya que los raudales de billetes que entran aquí por los extranjeros son
incontables. Hemos podido ver por todas las carreteras unas casitas preciosas en
el campo con sus colores, plantitas y gallinitas que a más de uno nos gustaría
tener ahí en españa. Aqui la población no parece que pasen calamidades como en nuestra españa de hoy (me cuesta escribir por el momento españa con mayuscula, no se lo merece).
En fin, es todo por hoy. Espero poder contar mas agradables la próxima vez.
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